Pablo Víctor Cuchán fue denunciado por su última pareja, que lo acusó de haber intentado asfixiarla y amenazarla de muerte; ya tenía una prohibición de acercamiento y la mujer había recibido un botón antipánico..

Pablo Cuchán descuartizó y quemó a su novia adolescente, cumplió la condena y ahora busca pareja en Tinder
Hace casi dos décadas, Pablo Víctor Cuchán ocupó las primeras planas de los diarios por un crimen escalofriante: mató y descuartizó a su novia, Luciana Moretti, de 15 años, e incineró los restos en la parrilla de su casa, en Ingeniero White. Tras el juicio y la condena, obtuvo la condicional y, en cuanto salió de la cárcel, hace seis años, se convirtió nuevamente en noticia: el femicida buscaba pareja en Tinder. Poco le duró la libertad: en 2019 perdió el derecho cuando quebró las reglas de conducta que le habían impuesto en un confuso episodio en el que una chica se tiró de su auto cuando quiso besarla y él, luego, chocó contra un árbol, se negó a realizarse un test de alcoholemia para probar que estaba “limpio” e intentó coimear a los agentes. Terminó de cumplir la pena de 17 años por el homicidio de la adolescente y salió en 2021. Pero ahora volvió a caer: fue detenido este lunes a la noche cuando caminaba por Monte Hermoso, donde fijó residencia; esta vez, una mujer con la que tuvo una breve relación sentimental lo acusó de haberla agredido y amenazado.
La jueza Natalia Margarita Giombi, que subroga el Juzgado de Garantías N°1 de Bahía Blanca, aceptó el pedido de la fiscal Marina Lara, de la Unidad de Delitos Sexuales, y libró anoche la orden de detención de Cuchán. La brigada de la policía bonaerense lo encontró caminando a la luz de los faroles en la fresca noche de Monte Hermoso. No se resistió al arresto: fue trasladado a la comisaría de la localidad balnearia, y su nombre encabeza la carátula de la Instrucción Penal Preparatoria (IPP) abierta bajo los cargos de “lesiones leves agravadas por el vínculo y por mediar violencia de género, y amenazas agravadas”.

El parte crudo de la policía reveló que “Cuchán fue detenido en el marco de una causa por la que se encuentra acusado de haber amenazado y hasta agredido a una mujer con la cual había mantenido una relación de unos seis meses”. Esa mujer radicó la denuncia durante el fin de semana a través de la línea 144 de Violencia de Género. Por eso intervinieron directamente la Comisaría de la Mujer y la fiscal Lara.
“En la denuncia, la mujer sostuvo que había sido pareja de Cuchán y que había sufrido hechos de violencia en el interior de una vivienda ubicada en el barrio Napostá, de Bahía Blanca”, agregaron.
Según precisaron fuentes judiciales y policiales a la agencia de noticias Télam, “uno de los episodios ocurrió el pasado 21 de abril, cuando Cuchán ingresó a la vivienda de la mujer, la tomó del cuello, la tiró en una cama e intentó asfixiarla tras colocarle una manta en la cara, hasta que la amenazó de muerte”.
Los investigadores explicaron que no fue la primera vez que la mujer padeció una situación similar. Durante los primeros días de abril también fue amenazada de muerte; en esa ocasión, sufrió una fractura en una de sus piernas, producto de una caída, tras discutir con el femicida convicto.
En esa ocasión intervino la Fiscalía de Delitos Sexuales, que dispuso que la mujer contara con custodia policial; luego, una jueza del fuero de Familia de Bahía Blanca ordenó una medida de restricción de acercamiento y la provisión de un botón antipánico para la víctima.
Ocho días de horror puro
La madrugada del sábado 16 de octubre de 2004, Luciana Moretti tomaba mate con un amigo cuando sonó el teléfono en su casa. Corrió para atender y habló en voz baja. Cortó rápido. Dos horas después, como a las seis, el teléfono volvió a sonar. Otra vez corrió, atendió y cortó. Con las primeras luces del día se levantó, se cambió, fue hasta la cocina, cruzó dos o tres palabras con su padre, Julio, y salió de la vivienda del barrio 26 de Septiembre, en Ingeniero White, Bahía Blanca. Nunca más volvió.

tenas, frente de piedra y ventanas de madera lustrada, una típica casa de barrio, y pronto realizarían un hallazgo escalofriante: debajo de la parrilla, en el fondo del quincho, había seis bolsas con huesos carbonizados, una lata de pintura llena de cabellos largos chamuscados y manchas de sangre en el piso. En el jardín, entre la piscina y un cantero lleno de flores que habían explotado con la primavera, encontraron un palmo de tierra batida; en cuanto la removieron aparecieron más huesos, rotos y astillados.
Más restos humanos fueron apareciendo en el barrio, como entre la chatarra acumulada en un baldío de la calle Avenente al 4000, cerca de un taller mecánico al que Pablo Cuchán llevaba ocasionalmente su auto a reparar. Fue suficiente: ese mismo día, al filo del anochecer, el joven de 25 años fue arrestado por el aberrante crimen.

Cuchán le dijo al comisario que hacía un mes que no veía a Luciana. Pero muchos sabían que la veía a escondidas, o que a veces la pasaba a buscar en su auto por la esquina de la casa para llevarla al colegio. En la ferretería en la que trabajaba le decían “El Loco”, aunque en el barrio lo trataban de “gordito pelotudo”. Nadie intuía que era un sociópata; seguramente, nadie lo imaginó capaz de haber hecho lo que la Justicia le atribuía.
El juicio
Tres años después, el 7 de julio de 2007, Pablo Víctor Cuchán se sentó frente a un tribunal. De traje y corbata, declaró que Luciana había muerto de una sobredosis de cocaína y que él no había tenido nada que ver con su muerte.
–¿Usted le proporcionó la droga a Luciana? –le preguntó el juez Mario Lindor Burgos, presidente del Tribunal Oral N°1 de Bahía Blanca.
–No le proporcioné nada, la compartimos…
–¿Cómo consideró que ya estaba muerta?
–Los párpados, la lengua hacia atrás, el pulso…
–¿Tiene conocimientos de medicina usted?
-No. Yo tengo conocimientos de drogarme…
–¿Por qué no llamó a una ambulancia?
–Porque en ese momento yo no estaba en el mismo estado que ella, pero… no sé, son preguntas que usted me hace hoy, pero que yo me hago desde hace tres años.

Perdón…
El 16 de julio de 2007 fue condenado a 18 años de prisión. Luego le redujeron esa pena un año. Por tener un “comportamiento ejemplar” en prisión, cumplió solo dos tercios de su condena y quedó libre en abril de 2016. “Mi deuda ya la pagué. De la cárcel sale un Pablo distinto. Un Pablo que maduró…”, dijo, en la puerta del penal de la localidad bonaerense de Saavedra.

Cuchán había sido beneficiado por un juez de Ejecución con una libertad condicional tras haber cumplido 11 años y medio de prisión, es decir, las dos terceras partes de la condena. Debía cumplir varias reglas, entre ellas, no consumir alcohol ni drogas, fijar un domicilio, no ausentarse sin aviso por más de 24 horas, conseguir trabajo y presentarse cada 15 días ante el tribunal.
En 2019, el fiscal Marcelo Romero Jardín lo acusó de haber incumplido al menos una de esas condiciones del beneficio excarcelatorio. Según su investigación, Cuchán había intentado abusar de una joven que iba en un auto; la chica se arrojó a la calle cuando quiso intentar besarla. Él continuó la marcha y chocó, tras lo cual fue detenido por la policía y se negó a ser sometido a los controles de alcoholemia y toxicológicos de rigor, explicaron los voceros.
Por eso, el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Bahía Blanca, integrado por los jueces Christian Alberto Yesari, Hugo Adrián De Rosa y Ricardo Nicolás Gutiérrez, ordenó su detención. Cuchán volvió a la cárcel de Saavedra, de la que salió la última semana de octubre de 2021. Dijo entonces su abogado, Maximiliano De Mira: “El 24 se agota la pena de 17 años impuesta; a partir de allí no podría tener ninguna regulación o control por parte del Estado. Al haber cumplimentado la totalidad de la pena tendrá que hacer su vida normal, podrá vivir en cualquier lugar”. Ese lugar fue Monte Hermoso, donde, ahora, volvió a caer.
LA NACION